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Charly

Con los cinco sentidos.

Vivir requiere de la acción conjunta de los cinco sentidos, gracias a los cuales adueñarnos de las sensaciones que nos ofertan para comprender y disfrutar del entorno. Y como todas las maravillas también tienen su lado negativo, esa otra cara de la moneda que impide obviar aquellas más desagradables y que también nos acompañan. Lo mismo que admiramos una bella obra de arte, un hermoso paisaje o una linda figura de mujer; nuestos ojos soportan otras imágenes ante las cuales en muchas ocasiones nos vemos obligados a desviar la vista. Igual que nos dejamos embriagar por un perfume, por el olor de la hierba recien cortada o el aroma de algunas flores, del mismo modo tenemos que aguantar el hedor de un compañero de autobús que desconoce los beneficios, sobre todo para quienes le rodean, de una buena ducha. Y en este caso no hay forma humano posible de evitar que nuestro cerebro procese esas sensaciones porque aunque desviemos la nariz los olores siguen infiltrándose por ella. Nuestros sentidos deben pelear a diario con toda una amalgama de elementos que, querámoslo o no, caminan junto a nosotros en el devenir del día. El ruido insoportable del martillo neumático que un obrero pone en marcha a nuestro paso para recordarnos que no sólo la música de OT taladra nuestros oídos. O las bocinas ensordecedoras de conductores apresurados que siempre llegan tarde a los sitios más inverosímiles. Afortunadamente gusto y tacto se entremezclan en los principales placeres de la vida, mesa y cama, para congraciarnos con nosotros mismos, mientras nuestros ojos buscan por debajo de la grieta del escote de donde emana el aroma añorado y nos dejamos llevar por las palabras susurradas al oído que nos invitan a soñar.

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