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Charly

Actualidad

Para más Inri

En una sociedad marcadamente iconográfica el modificar los símbolos puede resultar un proceso tan traumático que puede poner patas arriba los valores intrínsecos de algunas corrientes de opinión. Algunas creencias basadas en la preeminencia del hombre blanco y en una exacerbada adoración cristiana sacarán toda su parafernalia mediático-propagandística para minimizar el eco del trabajo llevado a cabo por la revista británica "New Nation" donde se afirma que Jesús, el Nazareno, era negro, o de color si nos atenemos a la expresión políticamente correcta y semánticamente imbécil, porque lo que es negro es negro aunque sea humano y desteñido como Michael Jackson. Y esa publicación llega más lejos al señalar al hijo de Dios como el icono más importante de la historia de esa raza, por delante de Luther King, Malcom X, Mandela o incluso de Air Jordan que seguramente ha levitado por los aires mucho más que el celebre Mesías.
Los ultraconservadores cristianos aún no han puesto el grito en el cielo, que es donde se debe poner cuando se trata de hablar con las más altas instancias religiosas, porque al fin y al cabo en la tierra sólo quedan las delegaciones comerciales más preocupadas por mantener a perpetuidad un negocio que, hasta el momento, se ha confirmado como el único capaz de perpetuarse durante 20 siglos. Bueno éste y la prostitución, que tanto se han cuidar las necesidades del espíritu como del cuerpo.
Pero volviendo al tema de los colores, que es lo actual, tampoco hay que rasgarse las vestiduras talares, léase sotanas, por ello. Al fin y al cabo ese Dios que venden en las iglesias es amor por encima de todo, íncluso por encima de las razas. Y si Jesús era negro pues peor para él, y claro, vete tú a sabe si no era ésa la causa de sus desdichas y de su juicio sumarísimo, y de su muerte en la cruz, porque claro está, en aquello tiempos, quién puede negar que no eran ya racistas. Y hemos de tener en cuenta la ubicación geográfica, que trasladar el boato eclesial a Roma, no puede ocultar que Jesús era asiático, de Oriente Próximo, Palestino o Judeopalestino, de una región que, según los entendidos, estaba poblada por una mezcla de etíopes, egipcios y babilonios, pueblos provenientes de África Central.
Yo, hereje de mí, supongo que la blanca paloma encarnada en el Espíritu Santo algo pondría de su parte, al menos para conseguir un Cristo mulato, pero la Virgen sería de tez oscura como dando la razón a los catalanes que adoran a la moreneta. Si al final va a resultar que Jesús es verdad Eto´o. Negro y del Barça, para más Inri.

La pantalla enemiga

La experiencia de Barrio Sésamo debió resultar traumatizante para los actuales programadores televisivos que, si los cálculos con respecto a la edad no me fallan, debieron crecer merendando junto a Espinete, Don Pimpón y demás fauna de tan singular paraje. En aquellos años, con la televisión empezando a multiplicarse, hasta el nacimiento de la UHF ahora la 2, la tele era como la patria, Una, grande y libre, bueno libre de elegir a qué hora querías verla. Era tan escasa la variedad de canales que los aparatos, aquellas antiguallas en blanco y negro, carecían incluso de mando a distancia y nadie los echó nunca en falta. Pero en aquellos en que empezaron a surgir las emisoras autonómicas todos los niños sabían distinguir conceptos básico como Arriba-abajo; dentro-fuera; alto-bajo o mucho-poco. Yo no recuerdo que me dieran dos petitsúis para merendar, ni siquiera uno sólo, pero mantengo en mi memoria los bocatas de nocilla, de chocolate en onzas, de mantequilla con azucar o del sabroso chorizo de pamplona casí imposible de encontrar hoy día. Y todos esos bocadillos con pan de verdad, de harina, agua, sal y levadura, los engullía mientras Coco me ofrecía su amistad (alguien puede seguir pensando que tanto ser el amigo de los niños se debe a su condición de pederasta), la dicharachera rana Gustavo me perseguía micrófono en ristre, o Epi y Blas se me mostraban subrepticiamente como la primera pareja gay de la televisión estatal. Y quién sabe si ese duo singular, como el Don Pepito y Don José de los payasos, no fuesen el gérmen originario de nuestra actual telebasura donde amoríos y desvaríos copan las horas televisivas equivalentes a aquellas tardes de merienda y entretenimiento educativo. Las mariconadas de Epi y Blas han dejado paso a las de un tal Richi Bastante que no tiene suficiente con ser fan maquillado de la Tamara mala, o los puteríos de los grandes hermanos. El reportero más dicharachero del barrio ha sido sustituído por una periodista con diario en donde escribir las historias más estúpidas y absurdas. Si series como Heidi, Marco, David el Gnomo, Vicky el Vikingo, Orzowei, los mosqueperros, los chiripitifláuticos, la Guagua, Mazinger Z o la Bola de cristal han creado tal enajenación entre los programadores televisivos de nuestros días, alguien quiere imaginar que no plantearán los mandamases de nuestros canales en un futuro. Gentes que han crecido con Bola de Dragón en el mejor de los casos, cuando no pegados a una pantalla con los discutidores de A tu lado, o de Patricia, o de Ana Rosa, o quién sabe si peor aún con los culebrones venezolanos ahora ya también colombiamos, mexicanos y costarricenses. Al final, tanta televisión, tantos canales para tener que pagar por la programación vía satélite y disfrutar con el encanto de lo añejo, el futbol de interés general, el cine de verdad, o los siempre entrañables dibujos animados de Pluto, Donald, Mickey y toda la troupe del Disney Channel. El resumen puede que sea ese, mala televisión en abierto para que la gente se abone a los programas de taquilla, que siempre dejan más beneficios. Y lo malo no es querer limpiar la telebasura, el problema es que tanto han crecido algunos detritus que la antigua bolsa se ha quedado pequeña y ahora es necesario todo un contenedor para eliminarla. Y una vez conseguido, utopia marxista donde las haya, ya que si la religión era el opio del pueblo, la gente está comenzando a buscarse los estupefacientes por otros medios, lease televisivos, pues eso que una vez conseguido nos daremos cuenta que la tele tampoco es la panacea de la cultura. Para eso mejor apagar la tele y coger un libro, a ser posible bueno.

Con la Iglesia hemos topado

En un estado aconfesional, eso al menos se supone, y donde hay libertad de culto y religión, eso al menos dice la Constitución tan encarnizadamente defendida por los sectores tradicionales, se ve como un peligro el gobernarse con leyes laicas. Modelo de regulación que por esas simples cuestiones debería darse como sobreentendido. Pero no, al menos no a juicio del arzobispo de Pamplona quien considera esa intención del gabinete de Zapatero como un intento de discriminar a los católicos. Y va más allá señalando que esas futuras leyes "se ajustan a la mentalidad de unos y no tienen en cuenta la mentalidad de otros", acusándolas de favorecer a quienes no creen en Dios. Claro que quienes así se expresan nunca delimitan a qué Dios se están refiriendo si al de los cristianos, en sus múltiples variantes eclesiales, al de los musulmanes o al de los budistas sólo por citar a las tres religiones monoteistas que ahondar en deidas suele resultar resbaladizo por su complejidad. Más gracioso resultar leer como el arzobispo navarro define a los parlamentarios quienes, a su juicio, y quien sabe si el de toda la Santa Madre Iglesia, "no son creadores del bien", claro que eso, en el contexto en el que viene escrito supone tanto como afirmar que el único bien supremo es el que emana de Dios y de sus representantes en la tierra, incluido el desaparecido Tribunal de la Santa Inquisición. Y no hace falta retroceder tanto en el tiempo para criticar las prácticas de esos prohombres de la religión católica, no hemos de olvidar que algunos de ellos están acusados de pederastia y de abusos sexuales. Pero claro ellos actuaban por voluntad divina. Y mientras tanto intentan imponer su visión del matrimonio a toda la sociedad, que deben aprender a diferenciar entre el matrimonio como sacramento y como unión civil entre individuos, y dentro de este último apartado da igual que sean hombre-mujer, que dos hombres, o dos mujeres, e incluso, tampoco es cuestión de abrir debates, avanzar a la poligamia. Si hay gente capaz de repartir el amor entre varios de sus semejantes dejémosle que lo haga. Al fin y al cabo el sacerdocio, renunciando al matrimonio y los placeres de la carne, al menos sobre el papel, es algo así como una inmensa poligamia donde el religioso reparte su amor entre toda la comunidad de fieles. Y yo no soy quien para discutir sobre si los curas deberían casarse o no, al fin y al cabo eso sí es una cuestión interna de la iglesia y quienes somos ajenos a ella debemos no intervenir. Pero que también tomen ejemplo y dejen de tratar de interferir en la vida pública de los ciudadanos porque la religión debe quedar en el ámbito privado.