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Charly

Madres que lloran, hijos que no están.

Sigo considerando que cualquier persona que tiene un arma en la mano es un ser despreciable porque si la lleva es que está dispuesta a hacer uso de ella. Nadie es dueño de las vidas de sus semejantes y si algo suscita una mayoritaria adhesión es el rechazo a cualquier forma de violencia, máxime si puede acabar con la vida de otros. Peligroso es pues tratar de sentir que nacen sentimientos que justifican algunas actitudes tan reprobables. Y sin embargo, con la frialdad necesaria todos y cada uno de los pacíficos ciudadanos que nos llenamos la boca de palabras de rechazo al terrorismo podríamos firmar si se dieran las circunstancias la frase más repetida e impactante tras la masacre del colegio ruso. "Nuestras madres ya han llorado, ahora les toca a las vuestras". Acción/reacción. El mundo gira en torno a la venganza. Y cada nuevo muerto genera una nueva viuda (negra) y unos huérfanos cuyos nombres tienen todas las papeletas para engrosas el listado de mártires por una u otra causa. A pesar de las creencias católicas de muchas de las victimas de las masacres que tenemos más cercanas, en pocas ocasiones hemos oído hablar de perdón, una de las figuras claves del cristianismo, cuando el dolor nos azota de lleno en nuestras propias carnes. Es una paradoja, o simplemente un uso interesado de la religión, como el que lo antepone para justificar sus desmanes. Incluso Jesús perdonó en la cruz a sus asesinos. Pero claro él se dice que era hijo de un Dios, y eso lo hace todo más fácil. Pero nosotros no. Nosotros ponemos el grito en el cielo pero que nadie venga a tocarnos a nuestros hijos porque entonces saldremos a buscar la más cruel de las venganzas. Y quien esté libre de pecado que lance la primera piedra.

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